La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia
presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la
conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada.
Una conducta "cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como
hemos comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz
de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones
defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos
novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o
la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características
alguedónicas de la emoción.
La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos
comentado anteriormente, de la existencia de las dos dimensiones principales de la
emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción afectiva.
La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda
conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede
determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado
objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta
motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de
unas conductas motivadas y no otras.



